De niño nunca fui muy amigo de la playa, quizás por el hecho de que no sabía nadar, que me hacía depender de mi estatura por encima del promedio para llegar a partes profundas y no quedarme en la orilla como un bolsa. Y lo más raro del asunto es que mi mamá adora la playa y mi papá -como buen falconiano de la costa- nada más rápido que un cazón transeao de hambre!
Siempre las idas a la playa están cargadas de cierta tensión, porque con lo loco que está el clima últimamente, uno sale en la mañanita con una pepa'e sol caroreña, pero de repente sopla una brisita y aparece en el cielo una nube tipo Precious Jones (gorda, negra, grande y fea) que amenaza con convertir el viajecito a la playa en una escena digna de ser featured en un trailer del diluvio universal.
El mudarme de Barquisimeto a Caracas hace unos años, significó un cambio radical en mi manera de ver la playa, aunque mis paradigmas empezaron a cambiar cuando hice pasantías en Valencia; la razón principal? El acceso a las playas es más fácil. Claro, tiene sus desventajas: Desde Caracas se llega a las playas del Litoral Central facilito, con todo y las decenas de Winkelman Ramón Guarecuco bajando por la autopista a 140 kph con su respectiva Yubraska Thays Ceballos abrazándolo en la moto Bera, ataviada en hot pants, con una camiseta tipo Chica Belmont (Belmon...donguero) y natürlich, sin casco. Y desde Playa Pantaleta hasta Playa Grande lo que uno consigue es puro yisero y tuki, sin olvidar la presencia por demás ruidosa de los marilandros -una nueva (no no tan nueva, parece) subespecie de la fauna de la Gran Caracas que es básicamente un tuki con preferencias sexuales diferentes; y todo esto sin contar que bajan en masse a la playa, las cuales de paso no son precisamente las más limpias del Caribe. Coño, Y yo que me quejaba de compartir mis idas a Playa Blanca y Quizandal en Puerto Cabello con ese bojote'e pisiguas andantes! Y ni hablar de los sistemas de transporte masivo en la ruta Caracas-Litoral Central, como las camioneticas retumbando reggaeton a todo volumen, los yises con vallenato y las infaltables pickups a 140 kph repletas de gente, como el propio recogechivos de mi Barquisimeto querido!
Pero lo que confirmó y asentó las bases de mi amor por la playa fue vivir en Israel. El vivir en un país chiquitico donde el 70% de la población vive a menos de 45 minutos de una playita tiene mucho peso en ello. OK, no son playas tropicales, así que no esperen playas como las de las Maldivas, Bora Bora, Los Roques o Aruba ni de vaina; pero en comparación con las playas de los países del Mediterráneo están consideradas mucho mejores y más equilibradas en cuanto a accesibilidad, servicios, limpieza de las aguas, oleaje y número de días de sol al año; incluso hay playas para aquellos que por razones religiosas deben (léase deberíamos) ir a playas segregadas. Y aunque siempre hay bastante gente, nunca están llenas hasta las metras, como podríamos conseguir a Playa Los Cocos un lunes de Carnaval. Y en muchas ciudades el agua no sólo es clarita, sino que hay un malecón para echar una caminadita respirando el aire marino y si luego a uno de entran ganas de darse un bañito, קדימה! En ciudades como Tel Aviv, Netanya, Bat-Yam y Haifa se puede hacer esta gracia, entre otras. Pero en Tel Aviv es lo máximo; como 8 km de playas para escoger, y con cafés, restaurantes, tiendas, discos, tascas y lo que a uno se le ocurra al otro lado de la acera. Deportes marinos? todos los que llevan la palabra surf (Surf, Windsurf, Kitesurf) -no en vano la mayoría de las medallas olímpicas de Israel han sido en deportes acuáticos. Y מטקות en cualquier pedacito de arena disponible!
En fin...un día, bajando a Puerto Azul y viendo que además de repleto, estaba lleno de viejas chismosas de la comunidad, decidimos rodar hasta la Ciudad Vacacional Los Caracas (que es una playa bastante decente) o mejor dicho, a sus playas porque las edificaciones están más abandonadas que Macuro y en vista de que tanto Los Caracas estaba más repleta que el Mercado de El Cementerio en viernes de quincena pre-navideña, decidimos seguir hacia el este buscando una playa de aguas más limpias, con la idea de no estarnos bañando con el sudor de los demás. Oh! Chuspa se nos vino a la mente! Pero luego de rodar y rodar (rodar y rodar) al llegar a Chuspa con los riñones batuqueados de tanto bache en la carretera de montaña-playa, misteriosamente no había un alma en la playa del pueblo, y ni de verga nadie se atrevía a dejar su automóvil ahí pagando. So, tristemente decidimos retornar a Caracas, más blancos que cucaracha'e panadería, lo cual nos hacía destacar más aún entre la población nativa de Chuspa. Pero la madre naturaleza nos tenía una solpresa gualdada: de repente pasamos por una recta donde se veía una playa no muy saturada de gente, y el agua se veía clarita desde la carretera. Decidimos bajarnos a ver. Y nos quedamos!
El mudarme de Barquisimeto a Caracas hace unos años, significó un cambio radical en mi manera de ver la playa, aunque mis paradigmas empezaron a cambiar cuando hice pasantías en Valencia; la razón principal? El acceso a las playas es más fácil. Claro, tiene sus desventajas: Desde Caracas se llega a las playas del Litoral Central facilito, con todo y las decenas de Winkelman Ramón Guarecuco bajando por la autopista a 140 kph con su respectiva Yubraska Thays Ceballos abrazándolo en la moto Bera, ataviada en hot pants, con una camiseta tipo Chica Belmont (Belmon...donguero) y natürlich, sin casco. Y desde Playa Pantaleta hasta Playa Grande lo que uno consigue es puro yisero y tuki, sin olvidar la presencia por demás ruidosa de los marilandros -una nueva (no no tan nueva, parece) subespecie de la fauna de la Gran Caracas que es básicamente un tuki con preferencias sexuales diferentes; y todo esto sin contar que bajan en masse a la playa, las cuales de paso no son precisamente las más limpias del Caribe. Coño, Y yo que me quejaba de compartir mis idas a Playa Blanca y Quizandal en Puerto Cabello con ese bojote'e pisiguas andantes! Y ni hablar de los sistemas de transporte masivo en la ruta Caracas-Litoral Central, como las camioneticas retumbando reggaeton a todo volumen, los yises con vallenato y las infaltables pickups a 140 kph repletas de gente, como el propio recogechivos de mi Barquisimeto querido!
Pero lo que confirmó y asentó las bases de mi amor por la playa fue vivir en Israel. El vivir en un país chiquitico donde el 70% de la población vive a menos de 45 minutos de una playita tiene mucho peso en ello. OK, no son playas tropicales, así que no esperen playas como las de las Maldivas, Bora Bora, Los Roques o Aruba ni de vaina; pero en comparación con las playas de los países del Mediterráneo están consideradas mucho mejores y más equilibradas en cuanto a accesibilidad, servicios, limpieza de las aguas, oleaje y número de días de sol al año; incluso hay playas para aquellos que por razones religiosas deben (léase deberíamos) ir a playas segregadas. Y aunque siempre hay bastante gente, nunca están llenas hasta las metras, como podríamos conseguir a Playa Los Cocos un lunes de Carnaval. Y en muchas ciudades el agua no sólo es clarita, sino que hay un malecón para echar una caminadita respirando el aire marino y si luego a uno de entran ganas de darse un bañito, קדימה! En ciudades como Tel Aviv, Netanya, Bat-Yam y Haifa se puede hacer esta gracia, entre otras. Pero en Tel Aviv es lo máximo; como 8 km de playas para escoger, y con cafés, restaurantes, tiendas, discos, tascas y lo que a uno se le ocurra al otro lado de la acera. Deportes marinos? todos los que llevan la palabra surf (Surf, Windsurf, Kitesurf) -no en vano la mayoría de las medallas olímpicas de Israel han sido en deportes acuáticos. Y מטקות en cualquier pedacito de arena disponible!
En fin...un día, bajando a Puerto Azul y viendo que además de repleto, estaba lleno de viejas chismosas de la comunidad, decidimos rodar hasta la Ciudad Vacacional Los Caracas (que es una playa bastante decente) o mejor dicho, a sus playas porque las edificaciones están más abandonadas que Macuro y en vista de que tanto Los Caracas estaba más repleta que el Mercado de El Cementerio en viernes de quincena pre-navideña, decidimos seguir hacia el este buscando una playa de aguas más limpias, con la idea de no estarnos bañando con el sudor de los demás. Oh! Chuspa se nos vino a la mente! Pero luego de rodar y rodar (rodar y rodar) al llegar a Chuspa con los riñones batuqueados de tanto bache en la carretera de montaña-playa, misteriosamente no había un alma en la playa del pueblo, y ni de verga nadie se atrevía a dejar su automóvil ahí pagando. So, tristemente decidimos retornar a Caracas, más blancos que cucaracha'e panadería, lo cual nos hacía destacar más aún entre la población nativa de Chuspa. Pero la madre naturaleza nos tenía una solpresa gualdada: de repente pasamos por una recta donde se veía una playa no muy saturada de gente, y el agua se veía clarita desde la carretera. Decidimos bajarnos a ver. Y nos quedamos!
La playa se llama "Playa Larga". Queda como a media hora más allá de Los Caracas (o sea, hay que salir tempranito) y tiene muchas ventajas:
- El agua es tan limpia que uno metido en el agua hasta la cintura se logra ver los pies. Claro, no hay desagües de aguas puercas de Catia la Mar, La Guaira, Caraballeda, Macuto o Naiguatá.
- No llegan camioneticas repletas de wirchos, ni yiseros ni mototaisistas que traen a su yuleisi pa'la playita. Puro carro en muy buenas condiciones, porque la carretera de pana no está nada fácil; aunque en realidad si estuviese perfecta se enchavaría al llenarse de gente. Ojo! no quiero sonar clasista...pero hay gustos de gustos.
- La zona para estacionar es chiquita, así que es difícil que la playa se llene así como Playa Blanca o Playa Pantaleta un Lunes de Carnaval.
- La arena está bastante limpia, a pesar de que mayoría de los que la visitan tienen como carros puras máquinas tragadoras de gasolina (y por ende uno asume que son personas poco responsables con el medio ambiente) por lo menos se ve que la gente recoje sus corotos antes de irse.
- Hay como tres puesticos bastante básicos donde venden pescado frito, tostones, frescos y cerveza. Pero por lo que observé, la gente se suele traer su comida
- Incluso se puede medio hacer alguito de surf, ya que el oleaje es intenso y si uno no se pone las pilas, las olas le echan a uno una revolcada que le queda a uno la alcancía a la vista de los demás bañistas, lo cual no siempre es una vista muy agradable que digamos
Pero como nada es perfecto, la playita tiene sus downs:
- No hay donde echarse agüita para sacarse la sal. O sea, o se lleva uno un taturo con agua en la maletera, o se regresa todo empegostado de sal a CCS
- No hay salvavidas. Un momento ...las playas acá tienen salvavidas?
- Si no tienes carro, no fuiste. Aunque pasan camioneticas que llegan hasta Chuspa, esas camioneticas salen de Naiguatá o de Caraballeda, lo que implica que si vienes de CCS hay que bajar en camionetica desde la salida del Metro en Gato Negro hasta La Guaira, luego tomar ahí una hasta Caraballeda y de ahí la que te lleva hasta Playa Larga. Y en esas camioneticas posiblemente vayas al lado de alguna doñita que lleva una gallina o quizás un marranito vivo. Coño, muchas ganas de ir a la playa..
- No hay cerca donde comprar nada. La presencia de civilización más cercana es Naiguatá, y tampoco es la gran vaina. Estás en medio de la nada y hay poca cobertura de celular -y menos red de alta velocidad. Anyway, quién va a la playa a ponerse a chatear con el BB? Lo más cerca es un pueblito llamado Osma, donde hay una bodega donde tienen casi todo tapado detrás de unas sábanas que hacen las veces de cortinas de octava. Delante de las cortinas tienen puro chogüi, pepitonas, catalinas, diablitos y mayonesa de frasco chiquito, pero detrás de las sábanas hay desde Buchanan's hasta Absolut y Finlandia, pero no hay Stolichnnaya :-(
- Ah! un poco más atrás en el mismo pueblo, hay un balneario a la orilla de un río, pero no se que tan puerca sea el agua para ir a sacarse la sal after the beach. Y también un sitio de unos portus donde venden cerveza -aunque si uno pregunta si venden cerveza, te muestran un letrero que dice que no vende cerveza. Tampoco dejan tomar fotos para montarlas en soloenvenezuela.com :-(
Pero de pana que la playita vale la pena el viaje el machorreo de los preparativos; la belleza del paraje es worth the hassles taken in advance porque es una playa pequeña, limpia y poco comercial, aunque a veces pasa un franchute que vende cueritos y adolnos playeros -me imagino que vive por ahí cerca y se fuma lo que gana con sus creaciones, jejejejejejeje!
Con estos días de lluvia atípica no he podido ir más, pero a medida que el extrainning de lluvia pase, volveré a Long Beach, Estado Vargas, para convertirme en un beach bum ;-)