17 de febrero de 2009

¿Torquemada sería Chavista?

Hace unos días me conseguí en la calle a una ex-compañera de promoción. Luego del “na’guara, tanto tiempo sin verte!” y todo el protocolo usual de ese tipo de reencuentros accidentales, me preguntó que estaba haciendo en Venezuela y por cuánto tiempo estaba. Luego de explicarle que en realidad regresé a Venezuela a quedarme, me preguntó si yo quería trabajar con ella.”Claro, dónde?” fue mi pregunta. La respuesta de ella y sus sucesivos avances informativos no pudieron levanter más mi ceja izquierda. “Soy la Coordinadora Municipal de la Misión Sucre. Yo te doy unas horas su quieres para que vayas agarrando mínimo y poco a poco te voy dando más hasta que tengas carga completa”. “Pero yo no tengo componente docente”, afirmé. “No importa vale, dar clases tampoco es tan difícil. Además, nosotros no te vamos a excluir porque no tengas componente docente; lo sacas después”, fue la respuesta con ética cuestionable que recibí, en mi punto de vista. “Y clases de que voy a dar?”, le pregunté, lo que generó una respuesta vergatariamente profesional que rezaba “Dime de que puedes dar clases y yo te pongo donde haga falta”. ¡Eso me pareció tan de adecos y copeyanos en los días de la Cuarta República! Bueno, en ese momento pensé que la chama lo hacía de super-pana y bueno, un poquitico de ayuda no me vendría mal.

Sin embargo, cuando le dije que yo me sentía preparado para dictar asignaturas como Teoría General de Sistemas, Base de Datos y Programación, me dijo “Chévere, empiezas el jueves dictando Programación I en la sede del Liceo Lisandro Alvarado a las 7 PM”. Me pareció como muy rápido, pero me cayó la locha cuando pregunté por el material, el pensum y todo lo que me hacía falta. “No Carlitos, tu prepara una guía y se la pasas a los alumnos, discuten en clase, les explicas la teoría y listo. Es pancita, sencillo”. “Ya va, orden en la pea, pero cómo se yo como vienen los chamos preparados? Que han visto? Que verán después? Dame un pensum pa’ir viendo como enfoco la vaina”. Me respondió, ya con cierta cara de fastidio “no chamo, no te des mala vida, tu vete pasado mañana y empiezas a dictar Programación I a los alumnos y en el camino vas adaptando la materia al nivel que traigan los chamos”. Mi cara de indignación podia ser menos evidente. “Ma pitom? Y la Biblioteca? Y los laboratorios? Cómo practico con los alumnos? Cómo son las confesiones, si no hay laboratorio? En un cyber por el centro?”, le pregunté ya medio arrecho. Me dijo tajantemente que los alumnos se documentarian por su cuenta, llevarían sus laptops si tenían, o conseguirían una prestada, o sino que llevara la mía y resolviera así, por ahora.

No me simpatizó para nada la respuesta, me parece una burla al sistema educativo venezolano, y sobre todo a los estudiantes que por una u otra razón, estudian en una Misión. O sea, están ampliando el derecho a estudiar de mucha gente, beseder, pero ¿y la calidad de la instrucción que les están dando qué? No importa, ¿as long as les estén haciendo creer que los están formando académicamente? Esa no es la educación superior que yo recibí pero ni de verga. Pero bueno, como la necesidad tiene cara de perro y camisa roja por dentro, acepté.


Cuando llegúe al Liceo Lisandro Alvarado mi cabeza empegostada de gelatina se llenó de recuerdos de mi adolescencia, pues a bastantes juegos intercolegiales vine acá apoyando ruidosamente al equipo del Mario Briceño Iragorry, donde estudié Cuarto y Quinto Año. Aún recuerdo que era el único delegado de curso que no era 100% nerdo y gozaba un montón en los juegos. Pues nada, subí las escaleras y entré al salón. Empecé presentándome, haciendo caso omiso de las miradas a la kipá y tratando de romper el hielo con los alumnos, de los que me dí cuenta casi todos trabajaban duro, parados en tiendas en el centro, sirviendo comida en ferias, de office-boys en oficinas del gobierno y otros de lanceros, patrulleros, o como se llame la verga. Y sobre todo, tenían el mismo sueño que yo tuve al entrar a la Universidad: Graduarse de Ingenieros en Informática. En su mayoría absoluta, venían de barrios pobres del Oeste de la ciudad, y hasta pena me empezó a dar la simple idea de preguntar si alguno tenía laptop para traerla a la clase para una práctica juntos. Esta gente necesitaba algo más digno, no una clase en un salón prestado, con una guía que medio logré armar a punta de tutoriales y de la cual no me sentía nada orgulloso que llevara mi nombre y me hacía sentir el periquito en el hombro, la pata de palo y el garfio mientras la sacaba del moral. ¡El Morral! ¡Coño! Cuando levanto el moral para el escritorio brincó un muchacho y me dice “profe, donde compró ese moral tan cartelúo?”. Cuando le expliqué que en la tienda Google, no me creía que existían tiendas Google, pero que no era una tienda física sino que en Internet, no me creía. De una salió un alumno mas mayorcito a decir “seguro le costó mucha plata, verdad? Los Profesores Universitarios ganan burda de real”. “No…Antonio, verdad? Mira Antonio, realmente me salió barato, 16.99$, con tarjeta de crédito de cadivi, son como 36 y pico de Bs.F. más envío. O sea, una ensalaíta en Subway con refresco grande y te queda platica para el rapidito y unos churros. Aunque para serte sincero, el bolso de Pucca de Mariangelys está más bonito y le cabe la laptop apretaíta, jejeje”. No me creían lo del precio, aunque para ser sincero, yo tampoco creía que valía tan poquito cuando lo compré, y menos para lo bueno que me ha salido el condenado morral.

Pero la ruptura del hielo duró poco. De repente llegó un señor como de 40 y algo, y empezó a repartir unos papeles a los alumnos y a mí, ignorando que estábamos en clase. Debido a la falta mamarrúa de educación, no tardé en sacar de mis pulmones un “disculpe señor, buenas noches, si, puede pasar, que se le ofrece?”. “Tiene que discutir esto con sus alumnos”. Walla, información de la Misión, ojalá sea algún laboratorio disponible, biblioteca o algo así, pensé. Pero ¡No! Era una hoja extraoficio con información acerca de los beneficios de la Robo-lución, de las Misiones y sobre todo, de lo que los alumnos y beneficiarios iban a perder si no votaban por el en el referéndum efectuado el pasado domingo 15 de Febrero. Además hablaba de la amenaza de la oligarquía, los manotazos de ahogado de la oposición financiada por la CIA y el Mossad. Le dije al tipo, muy seriamente “Señor, me está interrumpiendo la clase, una clase que sólo veo 90 minutos a la semana, para poner a mis estudiantes a leer esto? No es mejor que se los lleven a su casa y lo analicen allá y así maximizamos el tiempo que tienen para formarse académicamente?”. No se por qué pensé que la había cagado al abrir la bocota de esa manera. El tipo me explicó que eso era parte integral de la Misión Sucre, combinar la formación académica con valores socialistas y revolucionarios. Estuve más que tentado a pedirle que me escribiera “Revolución” en la pizarra, a ver si usaba S y B por casualidad, pero preferí salir con algo más académico y preguntarle “Ya va, ¿pero no sería mejor convertir esta formación en una asignatura, para hacerlo más formal?”. “No”, me contestó, “La revolución es integral, es en todo momento del día, la patria requiere un proceso de cambio constante y además esas son órdenes de mi comandante”. ¡El fuckin' Chigüire! Estaba a punto de pedirle que no me tocara ese disco, pero después de ojos afuera no vale Santa Lucía, dicen por ahí. Les dije a mis estudiantes “bueno, muchachos, ya oyeron, hora de leer y analizar lo que está acá escrito”, y me dispuse a salir del salón. “Epa, pa’donde vas tu?”, me dijo el camisa roja. “A esperar a que usted y los muchachos tengan su sesión formativa socialista y revolucionaria”. Me indicó no muy amablemente que esa era parte de mi función como docente de la Misión Sucre, a lo que respondí simplemente que la coordinadora me había explicado otra cosa y yo solo me iba a limitar a lo que ella me dijo que hiciera. Para resumir, al día siguiente llamé a mi amiga y le dije que no podia trabajar así, que la ética que me enseñaron mis profesores en la Universidad me impedía crearles falsas expectativas a gente que tenía sueños y aspiraciones en la vida. Mi ahora ex-amiga me salió con el cuento de “desde que viniste de Israel viniste mas escuálido, que lástima” y cosas así que terminamos peleando y no tengo la más minima intención de recuperar esa Amistad. Además, ¿querer comprar mi conciencia por unos míseros 13 Bs.F. la hora? Lo siento, no puedo tenderle puentes a la gente que quiere que uno les baje la cabeza todo el tiempo. ¡Que se joda!

Lo de Torquemada? Este fin de semana fui a CCS a votar. Y no, no fui a perder mi plata ni mi tiempo. Siento que a pesar de no haber ganado, logramos mostrar que aún podemos sumar votos, aunque nos roben votos, el CNE nos ponga “detallitos” en la votación a última hora como lo del tilde ese que nunca aparecía, y que chavistas de la cúpula como la Tarek voten rompan el papelito y una viejta de 80 años que haga lo mismo a ella la lleven presa, y al mal llamado “Poeta de la Revolución” se lo aplaudan. Mi aplauso para los estudiantes, que le echaron un camión de bolas, sin que les pagaran, como ocurrió con los que hacían campaña por el Si. Pero de eso hablaré en mi siguiente post. Cuando me monté anoche en un Aeroexpreso para regresar a Barquisimeto, en el asiento delante del mío, venía un señor mayor Español. Al poco tiempo de yo sentarme y decir tefilat haderej (el rezo breve que los judíos decimos al salir de viaje para pedir protección y un buen viaje para todos los que viajamos) el viejito llamó a alguien y le dijo en Catalán “Fill, aquí en el autobús ve un jueu”; no podia perder la oportunidad de escupirle un “Si senyor, és que Tomàs de Torquemada no va poder acabar amb tots nosaltres”. El señor se quedó pasmado -literalmente- y durante la parada del viaje no dejaba de mirarme. Menos mal que existen catalanes de verdad como Pilar Rahola

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